domingo, 28 de agosto de 2011

Love and war.

Quizás mi enfermiza obsesión por el otro bando me estaba volviendo loca. Cada soldado que éste capturaba me hacía enloquecer de celos y a menudo me encontraba a mí misma llorando por algo de lo que ni siquiera tenía pruebas. Entonces una nueva guerra a la que unirme apareció. Yo me mantenía reacia a incluírme en ella, pero cuando me quise dar cuenta, estaba dentro. Tanto, que el bando contrario ya me atacaba con ganas y eficacia, de tal manera que no me dio tiempo ni de tratar de no sucumbir. Ahora, sólo me apetece dejarme ganar una vez y otra, durante muchas batallas.
A pesar de anhelar con todas mis fuerzas permanecer en el primer conflicto durante infinitos años, el nuevo me muestra demás violencia, sangre e ira que me reconforta hasta el punto de olvidar mis puntos flojos en el anterior.
Quién en dos guerras se infiltra, las dos pierde, se dice. Mi ejército, sin embargo, es tan temerario que prefiere olvidar tal afirmación. Quién no arriesga, no gana, se profetiza también. Que sea lo que Dios quiera.